
Esos locos bajitos.
Era Jose quien llegaba al piso con un portafolios y una carpeta con documentación.
—Buenos días Lola ¿qué tal? —saludaba Jose.
—Muy bien hijo, ¿y tú?
—¡Fenomenal, mejor no puede ir!
—Ya veo, ya, galán.
Jorgito salía ya de la habitación, con los ojos casi cerrados se fue hasta la cocina y entró con Jose.
—Hola campeón ¿qué pasa? —le preguntó el hijo de el cabrero—, ¡aún vienes dormido!
—Hola tío.
—¿Tío?, este no sabe ni donde está de dormido que viene. ¡Vamos sobrino, a desayunar!
Marieta se levantó de su silla, se fue hasta Jorgito, le abrazó e imitó en los labios del chico, el beso que su madre había dado a Jose antes de que éste saliera.
—¡Coño! ¡la niña! ¡que precoz! ¿no? —exclamaba Jose sorprendido.
—¿Y eso Marieta? —preguntó María.
—Es que es mi amigo, nos queremos como hermanos y nos cuidamos mucho —respondía la niña.
—¡Ay madre! —intervenía María—, Marieta hija, creo que tú y yo tenemos que hablar, ¡anda, termina, hija! —le dijo dándole un beso en la frente.
Después, la muchacha dio otro beso al chavalín y le preguntó:
—¿Te gusta lo que está tomando Marieta, Jorge?
—¡Sí, claro!, eso mismo, ¡gracias!
—¿Habéis visto? —intervenía ahora Lola—, se irá complicando, como no cojáis el toro por los cuernos…
—Luego hablaré con ella, de hoy ya veo que no puede pasar ¡leñe, que vértigo da todo esto! —respondía María un poco desorientada.
—¿Tú sabes que…? ¿Lola? —preguntó Jose.
—Sí hijo sí, y la lavadora también, anda zagal que vaya naturaleza que Dios te ha dado.
—¿Qué? —preguntaba ahora Jose mirando a María.
—Las sábanas, cielo.
—¡Ah!... ¡ya!
—No te preocupes chico, ya hemos hablado, luego te cuenta tu mujer —respondía Lola—, a la hora de la comida te doy la llave de arriba, unas manitas de pintura y a funcionar.
—Gracias Lola ¡venga, a desayunar!
—Pero mamá, entonces sí sois novios, vaya líos que te haces ¿no?
—¡Ay hija!, bueno, sí, según se mire.
—¡Jo, mamá! ¡que no te enteras!, tú quieres a Jose ¿sí o no?
María flipaba en colores. No podía creer lo que estaba viendo y oyendo, los demás, callados, centraban su atención en Marieta.
—¡Que si quieres a Jose, mamá!…
—Sí Marieta, sí, le quiero mucho, mucho mucho.
—Pero no sois hermanos ¿verdad?, él no es mi tío ¿no?
—No, para nada, pero como si lo fuese.
—¡Pero no lo es!
—No hija, no.
—Y tú Jose —proseguía la niña—, tú quieres a mi mamá ¿no?, que te he visto antes cómo le dabas un beso en el morrillo.
—Bueno, sí, sí que la quiero, y mucho mucho mucho también —respondía él.
—¿Estáis tontos o que?, ¡pues entonces sois novios!, eso lo sabemos hasta los niños, y en las pelis dicen “yo os declaro marido y mujer” ¿o no?
—¡Ostia la cría, María! —exclamaba Jose—, nos ha casado.
Lola se partía el pecho de risa.
—¡Uf, hija!... —exclamaba su madre.
María se había emocionado mucho, hasta el punto de arrancar a llorar en silencio y abrazó a su hija, ésta le dijo:
—Pero ¿por qué lloras, mamá? ¡no lo entiendo!, si en las pelis, los novios se ríen y se abrazan y están contentos, ¿pero es que nunca te lo han enseñado?, no te preocupes, es así, ya verás…
Marieta le cogió por la mano y se la llevó al otro lado de la mesa, cogió también la mano de Jose y las juntó.
—¿Lo ves?, así tenéis que daros la mano, pero tú tienes que ser más educado, Jose, y levantarte de la silla para atender a tu novia.
Jose se levantó como un resorte, Marieta les miró y ellos a ella, la niña esperó unos segundos y exclamó:
—¡Venga!
—¿Venga que, hija? —preguntaba María.
—¡Que os tenéis que abrazar!, ¿como vais a ser novios si no?
—¡La leche en verso! ¡lo flipo! —dijo Jose—, ¡ven aquí princesa! —y abrazó a María amorosamente.
—¡Bueno bueno, que se me enfría la leche! —decía Marieta—, ahora… ¿a que esperáis?
—¿Ahora qué, Marieta? —preguntaba María de nuevo.
—¿Cómo que ahora qué, mamá? ¡venga!
—¿Qué Marieta? —preguntaba también Jose.
—¡Que la beses, hombre! ¡vaya novios!
—¡Ah, ya ya! —y Jose besó a María como novios pero en su justa medida por los niños.
—¿Lo veis?, ahora sí sois novios, ¡hay que ver!, ya os lo podían haber enseñado en el cole ¡hombre!
Y Marieta se volvió a su sitio, al pasar al lado de Jorge le dio un beso en la mejilla.
—¡Este y yo también somos novios!... ji ji ji —dijo la niña al ver que les observaban.
Los mayores se miraban entre emocionados y divertidos.
—Si cuento esto a Julián me toma por loca —dijo Lola.
María y Jose volvieron a mirar y no se pudieron resistir a un nuevo abrazo, y mientras lo hacían, María dijo a Jose:
—Este es un gran paso, cariño, era el más difícil y lo ha dado ella, aprenderá a quererte, ya verás. ¡Te quiero, pastor!
—¿Pastor? ¿dónde ves tú las cabras?
—¡Yo soy tu cabra, mi vida!
—¡Pues yo también te quiero, cabra!
—¡Joer!, sólo os falta balar para estar como ellas… ji ji ji —decía Lola riendo—, en fin, sigamos con lo nuestro, sólo quiero deciros una cosa hijos, y os lo digo porque os quiero cómo si hijos míos fuerais, llevad mucho cuidadico, un embarazo ahora sería muy peligroso, solo eso.
—No te preocupes Lola, de verdad, no queremos tardar mucho, pero ahora no, tú serás la primera en saberlo, y ¡gracias! ¡muchas gracias amiga! —respondió Jose.
Tras la respuesta de Jose, Lola, dirigiéndose a la niña le dijo:
—Tú de esto ni palabra, Marieta, que es una sorpresa que mamá y Jose quieren dar al tío Liando y a la tía Paquita ¿vale?
—¡Vale!, Jorge también quiere dar una sorpresa a sus papás, no digáis nada ¿eh?
Cuando terminaron su desayuno, Jose se fue a revisar los papeles que se había subido y que le había entregado su primo.
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