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Entre ellos.

 

—¡Me paice, cabrero! y voy a decite una cosa que hace tiempo que no te digo, porque aún en no diciéndola se sabe y después de tantos años y lo que hemos vivío, aún más que el primer día que te lo dije, y lo que te digo es que… ¡te quiero, cabrero!

Liando se emocionó, y bastante por cierto, y no sin antes volver a usar su pañuelico de cuadros, respondió a su mujer:

—Vaya día llevamos Frasquica, de emoción en emoción y que no terminamos. Si hace que no te lo digo, es porque decite te quiero, me se queda tan pequeñico que mace buscar palabras que de tan grandes que tién que selo pa ti, en mi entendimiento se conoce que no caben, y la forma de decítelo es en cada cosa, en cada gesto, y en cada vez que te miro con la palabra cortá, de tan grande que me sace el que a mi lao estés en to lo que me pasa, en cada paso que doy, igual que si fallo o acierto.

 

                   Ende mocoso te quise, ende que vi tu pelo limón, ende el mesmo día en que vinistes al pueblo, y ahora que lo tiés blanco, aún me queda el recordalo de la enana que me quería, la del pelo tan clarico, que a la luz de la luna me servía de guía. Cada vez que jugábamos, cada vez que te enseñaba algo, ese algo nos unía un poco más y más cada día, porque siempre me guardaba algo de una forma egoísta, si pensamos que eso era pa guardalo, tu compañía, que de novedosa al principio y agradable al mesmo tiempo, me se fue haciendo necesaria, y no vayas a creer, a mí y a mi familia, que deshago tenían al ver que al pequeño cabrero, igual que le cuidaban ellos, la moza del pelo claro de igual manera lo hacía, y llegaron a querete como si fueras su hija. Como dice mi hermano, el cabrero sin la Paca, pues poca cosa sería. Y así es, que tú mesma pués velo, que cada cosa que hago, contigo ha de quedar hecha, y al punto bien recibía por la mujer que más he querío, y que de volver a nacer el día que la doblase, allá ande llegase, volvería a buscala, porque otra no pué ser, que yo nací pa ser lo que soy y na sería sin estar tú a mi lao. No me pesa haber sío algo más y haberme quedao en el pueblo, si con ello he conseguío no haber corrío el riesgo de habete perdío, porque no lo hubiera soportao, Paquita, y me hubiera muerto de agonía.

 

               Nosotros fuimos casaos el mesmo día en que nos conocimos, porque se empeñó el Darriba, que en teniéndonos arrimaos, el habría de despreocupase, porque sabía quien eras el  día que en el Ribazo vi pasar la camioneta, y se conoce que dijo: “miá, pa este tié que selo, pa evitar el que se pierda, que de tan espabilao que ha salío sabe más que las piedras, las que han visto pasar los años y con ellos las contiendas, las historias y otras cosas con las que sace sapencia”… Cuantas batallas vivías Paquita, cuanta penalidá y trabajos y también buenos momentos, que de to ha habío y to nos ha pillao juntos, juntos y apretaícos, que de no habenos visto, es porque en estando dormíos y teniendo los ojos cerraos, ves lo que pasa adentro, aún durmiéndonos al lao el uno del otro, como hacíamos en el río. Que si contamos los días que hemos dormío separaos, en el cuadernillo que tié Juanito apartao, con la mitad sobraría. ¿Cómo decite que te quiero? si decite ahora eso, con lo que tú y yo hemos sío, de pequeñico que me se quea me lo meto en el bolsillo. No es decite que te quiera pa dejalo solo en eso, es que te doy la vía entera ende que era un mocoso, y si mil veces viviera, mil veces te la daría, porque naide como tú podría entrar como tú lo hicistes en el corazón del cabrero, y vuelvo a decítelo Paca, y mil vidas más que tuviera.

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